martes, 29 de diciembre de 2009

MATRIMONIO para GLBT * DF,México

MATRIMONIO UNIVERSAL
Nuestra Voz sobre las modificaciones del Código Civil en el Distrito Federal


ICM (Iglesias Comunitarias Metropolitanas de México AR) tiene por misión apoyar y acompañar a las personas en sus procesos de vida y liberación, desde la comprensión incluyente y liberadora del Evangelio de Jesucristo. Desde su fundación, nuestra iglesia, ha reconocido y bendecido el amor de todas las personas sin discriminación. Por tanto bendice el amor y los proyectos de vida de las parejas del mismo sexo, cuando estos proyectan el sentido profundo de la comunión humana: mutualidad, comunidad de afecto, servicio, solidaridad, espiritualidad, fidelidad a los acuerdos que permiten vivir en el amor recibido como don de Dios.

Por tanto todo lo que haga bien y aporte para la dignificación de los vínculos de amor y familia de todas las personas incluyendo también a las personas LGBT, es misión de ICM: Misión y responsabilidad que no queremos eludir.

El Matrimonio Civil, es precisamente eso, un estatus legal, otorgado por la sociedad que salvaguarda la vida y los derechos de las personas. Hay un único matrimonio civil y éste es el que se acuerda en la sociedad a través de sus instituciones. Las iglesias de tradición cristianas no debemos pretender imponer nuestra "moral particular" al espacio de construcción democrática de los derechos. A las iglesias nos toca celebrar la unión espiritual entre las personas, bendecir, reconocer y valorar las diferentes formas en que el amor de Dios hace familia. Por tanto es nuestro deber no estorbar el avance de los derechos humanos, para todas las personas, con nuestras visiones, teologías y doctrinas. Nuestra misión es - y así debiéramos asumirlo responsablemente- anunciar la buena noticia del Evangelio y apoyar a las personas; lo demás es responsabilidad civil y competencia de la sociedad democrática. No le toca a las iglesias -a ninguna iglesia- imponer a la sociedad democrática sus valores propios, porque son sólo una parte de la verdad universal y lamentablemente muchas veces -como en este tema- las iglesias pretenden imponer sus doctrinas como verdades absolutas a la que la sociedad debiera ceñirse. La pregunta ineludible sale al paso: ¿esta arrogancia y pretensión es voluntad de Dios? ¿La inspira Dios o nuestro pretendido control del poder?

Por tanto ICM, sin violar las leyes de la República Mexicana, la que no nos otorga el derecho de ingerir en los asuntos políticos del país, esto le pertenece a la soberanía del estado representada en las Asambleas Lesgislativas-, entiende que la legislación debe ser incluyente de todas las diversidades para que el derecho efectivamente sea universal y respete y cuide a todos sus ciudadanos sin discriminación, como lo establece el acuerdo constitucional.

Nosotros seguiremos celebrando y siendo testigos de los proyectos de vida y familia de la gente, como lo hemos hecho desde 1998 en la ciudad de Monterrey, con más de 500 Santas Uniones de parejas del mismo sexo, las que se suman a las de parejas heterosexuales
. Pero no es nuestra misión dar estatus legal. Nuestra misión es reconocer el amor de Dios en sus vidas, iluminarlas con su Palabra y bendecir (bien decir de...) el amor; nuestra misión es ayudar a que las personas asuman vivan intensamente sus vidas en el amor, asuman su rol protagónico en la sociedad, defiendan sus derechos y promuevan una cultura del respeto de todos los derechos de todas las personas. Nuestra misión es colaborar con el Espíritu de Dios, que se mueve entre las personas para dignificarlas, redimirlas, liberarlas...

Finalmente nos alegramos y damos gracias a Dios por el trabajo de los representantes de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, que ha propiciado este avance tan significativo para la sociedad mexicana, ampliando el concepto de familia, con el fin de llegar a todas las realidades diversas que la conforman, dando certeza legal y jurídica también a las parejas del mismo sexo.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Dichosa tu?



"Por aquellos días María se fue de prisa a un pueblo
de la región de la montaña de Judea, y entró en la casa de Zacarías
y saludó a Isabel. Cuando Isabel escuchó el saludo de María,
la criatura se le estremeció en el vientre y ella quedó llena del Espíritu Santo.
Entonces con voz muy fuerte, dijo: -‘Dios te ha bendecido
más que a todas las mujeres y ha bendecido a tu hijo!
¿Quién soy yo, para que venga a visitarme la madre de mi Señor?...
Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse
las cosas que el Señor te ha dicho’…”
(Lucas 1:39-43,45)



Ayer era un día frío y lluvioso, en la ciudad de Monterrey. Camino al Albergue del Cristo Roto, pensaba: “con este tiempo no va a venir nadie…” ¿Quién soy yo para qué me visiten los que dicen sí a Dios?... Como una ráfaga de viento arrebatador, aquél pensamiento desapareció de mi mente. Llegamos y efectivamente todo daba a pensar que mi presumida idea se confirmaría, nadie estaba esperando. Entré y Víctor me dijo con entusiasmada firmeza, mientras terminada de realizar una candelaria: “Pastor esto no se suspende”. Y así fue, desenfundé mi guitarra y salí a la banqueta, comencé a cantar. No faltó mucho para que me viera rodeado de niños, ávidos y sonrientes que se unían a las canciones.

Al rato comenzó la peregrinación por las calles de la colonia Fomerrey 112, precedida por las imágenes de María y José, seguida de los niños y sus mamás cantando los viejos villancicos con renovado entusiasmo. Poco a poco se nos iban sumando más y más. Llegamos a la primer familia para pedir posada: “En el nombre del cielo os pido posada…” allí no nos recibieron, y tampoco en la segunda casa, como indica la tradición. Pero OH! sorpresa, la gente se nos seguía sumando, hasta que llegamos al hogar que sí dio posada a María a José y a todos los peregrinos… Allí se dejaron las imágenes, los niños expresaron deseos de paz y bien, salud, alegría para los dueños de casa, cantaron sus canciones y los anfitriones repartieron bolsitas de dulces. Así concluyó el primer día de posadas con 50 niños, sus madres y algunos vecinos.

Siempre me he preguntado por qué Dios elige morar en el corazón de los más sencillos, de los pobres, de los olvidados. Tal vez, porque tienen poco que perder, o defender; quizá porque se dan permiso para jugar y trascender el frío, la soledad, el aburrimiento, la angustia y la desesperación que provocan los deseos egoístas. No sé, Dios sigue pidiendo posada y quienes se animan a decir “sí”, pues reciben la paz y la alegría más profundas.

Algo parecido les pasó a María y a su prima Isabel. María una muchacha joven, madre soltera, comprometida con un carpintero. Embarazada y sin casarse no era bien visto en Israel, bien que se le podía acusar de adulterio y esto tenía una consecuencia dramática: muerte por lapidación. Pero parece que en el relato de Lucas esto no es lo que más pesa para tomar la decisión de aceptar el proyecto de ser madre. Por el otro lado, una mujer anciana y estéril que queda embarazada. ¿Ay que tener mucha fe para aceptar ser madre en el ocaso de la vida?

Definitivamente las cosas de la fe, no responden a las categorías racionales que juzgan lo correcto. La fe toca el corazón, el centro mismo de las emociones y los afectos y despierta sueños en nosotros. Hay que tener un espíritu de niños para animarse a creer, de lo contrario todo puede quedar a las puertas de una llamada, una linda idea, un deseo frustrado.

Lucas en este relato maneja un lenguaje en el que los cuerpos, las sensaciones, las vivencias de estas mujeres no quedan fuera, tampoco lo profundo de las emociones, ni el lenguaje simbólico de los afectos…María siente el impulso de ir a visitar a prima, nada indica que lo tenga que hacer más quela prisa que un gran acontecimiento despierta en los que lo viven, ese impulso a compartir, a celebrar, a comunicar. Ambas mujeres vibran y expresan con sus cuerpos lo que están viviendo en su experiencia. Tan sólo escuchar la voz de María hace saltar, estremecer al niño en el vientre de Isabel y el estado emocional que esto le provoca se traduce en palabras de bendición y gozo: “Bendita tú y el hijo que traes en el vientre”... “Dichosa por haber creído”

Muchas veces nuestra limitada lógica nos detiene para recibir la alegría y el gozo que provienen de Dios. Anteponemos las preocupaciones, los problemas, las necesidades, lo que nos falta a la mirada que trasciende la realidad y las adversidades. Y cada vez que actuamos así el miedo y la inseguridad cierran la puerta, no abren al peregrino, al semejante, al amor… y éstos siguen su paso pidiendo lugar donde morar por una noche. Dios golpea a nuestra puerta y si le abrimos entra y celebra con nosotros la vida.

El Adviento es precisamente un tiempo para encontrarnos con las contradicciones de nuestras opciones y creencias, un tiempo para silenciar, para abrir la puerta, para sentir en las entrañas lo nuevo que esta naciendo en nuestras vidas. Un tiempo para dejarnos alegrar y para salir a jugar, a cantar, a compartir con otros esa buena nueva que trasciende la pálida de este mundo corrupto. Un tiempo para liberarnos del ansioso ruido que provoca en nosotros la sociedad del consumo. Un tiempo para dejar las expectativas del deseo para dar paso a la inspiración de los sueños mayores.

¿Por qué no creer en la paz, en la unidad familiar, en el encuentro fraterno y en la solidaridad humana? ¿Por qué no dejarnos mover por el impulso espontáneo que nos lleva a expresar los sentimientos más hermosos que se inspiran en nosotros? ¿Por qué decir no, cuando podemos decir, sí?

Quizá tan sólo debamos reconocer, junto a Isabel: Dichosa tú por haber creído. Dichosos Víctor por su perseverancia, dichosas las niñas y los niños que trascienden el frío y la lluvia de la vergüenza y el temor al ridículo. Dichoso tú que crees en el compartir y apartas algo de lo que tienes para alegrar a los que les falta. Dichosa tú que decides ayudar a quejarte de lo mal que te va en la vida.

¡Tú! tienes la oportunidad de cambiar algo en ti, si dejas que ese vientre de tus emociones, tus sueños, los afectos se expresen puedes dar a luz paz, bien, alegría, esperanza, solidaridad a este mundo. ¿Aceptas ser dichosa, dichoso?

jueves, 10 de diciembre de 2009

Voz que clama



"Juan empezó a predicar su bautismo…
Así se cumplía lo que está escrito en el libro de Isaías:
Escuchen ese grito en el desierto:
Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos
Rellénense todas las quebradas
y aplánense todos los cerros.
Los caminos con curvas serán enderezados
y los ásperos suavizados,
entonces llegará la Salvación de Dios
y todo mortal la contemplará …”
(Lucas 3:3ª,4-6)


La cruel y terrible guerra había terminado… finalmente el odio xenófobo, el racismo y la peor de las perversiones fratricidas -hasta entonces conocidas- había sido vencida en el campo de batalla. El mundo ya no era el mismo, millones habían muerto víctimas de una falsa creencia: “la superioridad de un ser humano sobre otro” por razones de raza, fe, pensamiento político, orientación e identidad sexual…

El 10 de Diciembre de 1948, el mundo se recomponía estableciendo un nuevo orden regulado por la asamblea mundial de los pueblos: Naciones Unidas. Este nuevo organismo de alcance global reuniría desde entonces a los gobiernos del mundo, para negociar acuerdos sobre la convivencia internacional y el primero, el más significativo tuvo que ser acerca de la dignidad de la condición humana, desde entonces la llamamos: Declaración Internacional de los Derechos Humanos.

Claro que los “Derechos Humanos”, no son un descubrimiento de Naciones Unidas, pero sí el primer acuerdo mundial, planetario, global si se quiere, que reconoce el carácter inalienable de los derechos de las personas, derechos que debemos reconocer, respetar, valorar y promover. La cartilla de 1948 fue profundizando el alcance de los mismos desde entonces para llegar la condición de genero, los derechos de los niños, los derechos laborales, la justicia social…

Pero aún, Naciones Unidas tiene un debe, un gran debe… El Nazismo y el Stanilismo de la II Guerra, con sus campos de concentración, sus torturas y muertes indiscriminadas, sus cámaras de gas, su explotación no exterminaron solamente a judíos, gitanos, militantes de izquierda, católicos y protestantes que se oponían al régimen autoritario tanto alemán, como ruso…Ese horror persiguió, secuestró, torturó, experimentó científicamente con sus cuerpos y vidas, asesinó también a varones homosexales (a los que se discriminaba con un triángulo rosa) y a mujeres lesbianas y sexoservidoras (triángulo gris). Miles son las y los desaparecidos por los regímenes, las y los que aún claman justicias desde el olvido, la indiferencia y la muerte impuesta por el silencio.

Desde 1948 Naciones Unidas ha desconocido este genocidio, ha mantenido un manto de silencio ante el horror y el odio homofóbico, lesbofóbico, bisfóbico, transfóbico… sin que con ello comprometa a los Estados en defensa de los derechos de las personas diversas sexual y genéricamente. Su silencio e indiferencia ha generado profundas grietas en todos los derechos humanos y la licencia para que la discriminación, el odio a lo diverso, el fundamentalismo sigan aún –a 61 año de su declaración- con las viejas ideas destructoras que inspiraron a Hitler, Staling, Mussolini y tantos otros que le siguen hasta nuestros días, y basta citar ejemplos tales como los de Irán, Egipto y la mayoría de los países islámicos en tema de diversidad sexual, hasta las declaraciones del cardenal Lozano Barragán y la cúpula de la jerarquía católica que siguen reforzando con su discurso y sus acciones el odio homofóbico.

El concepto de los Derechos Humanos no es un invento moderno del siglo XX, su raíz más profunda es parte de muchos pueblos y entre ellos el pueblo que nos da identidad en la fe: Israel. Ya los profetas anunciaban una justicia divina que dignificaba la condición humana y que llamaban a los pueblos y gobernantes al cambio, a la justicia, a la equidad, al respeto por el semejante extranjero, esclavo, mujer, niño, viudas, enfermos… Claro que hoy podríamos ampliar esta lista con los excluidos actuales.

Cuando Juan el Bautista aparece en el desierto, fiel a la tradición profética de Israel, levanta la voz de Dios desde la austeridad y el despojo, desde la necesidad, desde el hambre y sed de justicia que llaman una vez más a la conversión, al cambio…

Preparen el camino, enderecen los senderos, rellenen las quebradas, aplanen los cerros… Es el clamor de un Dios encarnado en la condición humana reclamando justicia, equidad, respeto a la dignidad y los “derechos humanos”. Es la voz y el clamor de un Dios que no es indiferente al sufrimiento de los pobres. Y desde su autoridad creadora convoca a reconocer el “pecado”(todo aquello que aparta a la persona de la gracia de Dios y del sentido primero de la Creación, por decisión propia); a reparar el daño ocasionado al planeta, a los demás y a sí mismos; a cambiar el rumbo.


Hoy como nunca, en medio de un mundo dividido por la injusticia social, la inequidad, la pobreza, la discriminación, el egoísmo, la violencia, el abuso, la corrupción, el acomodo, la trivialidad, la arrogancia, el desprecio, la ignorancia … Hoy como nunca necesitamos enderezar los caminos, rellenar los huecos y aplanar las diferencias establecidas por la violación y la indiferencia a los Derechos humanos de todas las personas.

Hoy… ¡ahorita!, como nunca necesitamos preparar ese camino para que Dios pueda hacer algo nuevo y diferente con este mundo. Necesitamos creer que es posible una convivencia humana diferente, donde la diversidad no signifique un riesgo para nadie, donde se democratice el acceso al poder con justicia y equidad y todas las personas puedan comer, vestirse, trabajar, acceder a la salud, la educación, la seguridad pública, el respeto, la familia, la libertad, la paz.

Necesitamos reconocer al otro como nuestro semejante y allanar los caminos que nos separan. Porque necesitamos salvarnos del odio y la muerte, y sólo si hacemos cambios reales -personales, sociales y estructurales- veremos en el horizonte, el surgimiento de un nuevo orden mundial. Sólo si asumimos nuestra conversión, seremos capaces de vere llegar la liberación que Dios ha querido darnos desde siempre, y decidir vivir para siempre en ella

viernes, 4 de diciembre de 2009

Carta al Cardenal de MTY


Monterrey, NL Diciembre 4 de 2009

Sr. Cardenal
José Francisco Robles Ortega
Arzobispo de Monterrey
P R E S E N T E.-

Sr. Cardenal:

Mis deseos de paz y bien para usted.

La razón de esta carta es compartir la profunda preocupación, que como pastor tengo, ante las declaraciones del Cardenal Javier Lozano, presidente emérito del Consejo Pontificio para los Operadores Sanitarios del Vaticano, en las que expresó su postura sobre las personas gays y comentó que “quizá no son culpables” pero al actuar “contra la dignidad del cuerpo” no entrarán al “Reino de los Cielos”, “no lo digo yo, sino San Pablo” sentenció el cardenal en declaraciones al sitio web romano Pontifex (cito nota de Milenio.com http://www.milenio.com/node/333299 )

Considerando el efecto nocivo que estas declaraciones tienen para la vida espiritual de las personas homosexuales, bisexuales, transgéneros, transexuales, y sus familias lo convoco a un debate teológico de carácter público, el próximo lunes 14 de Diciembre en lugar y hora a convenir, para analizar lo que dice y no dice la Biblia acerca de la Homosexualidad.

Estas declaraciones del cardenal Lozano responden a un discurso ya tradicional de la Iglesia Católica Romana en temas de orientación sexual, identidad sexual y de género, el cual como cristiano y como ministro de culto no comparto, aunque sin embargo respeto. Me veo sí en la obligación de responder y repudiar las mismas, porque estos dichos no “son la voz de Dios” y nadie debiera considerarse en el derecho de hablar como vocero divino, sin considerar previamente el alcance y la responsabilidad ética de sus palabras.

Lamentablemente el impacto de estas declaraciones condenatorias y excluyentes aumenta el dolor y la angustia de muchas personas y sus familias -particularmente en este contexto social, católico por tradición-, que ante su condición diversa, no pueden hacer otra cosa, más que aceptarse a sí mismas o sucumbir en la depresión y la angustia, a veces hasta llegar al suicidio como es la realidad de muchos jóvenes y adolescentes. La condición homosexual y/o transexual responde a complejos procesos humanos muy profundos de los cuales ya la medicina, la psicología y la sexología han hablado con propiedad desde sus investigaciones, negando el carácter patológico de la orientación e identidad sexual.

Las doctrinas de las iglesias debieran ser responsables y respetuosas de la condición humana y de las Sagradas Escrituras. Las iglesias y sus ministros debemos cuidarnos de ejercer violencia contra las Escrituras y contra las personas. Dentro del movimiento teológico bíblico, tanto católico como protestante, existen interpretaciones bíblicas muy diversas acerca de lo que San Pablo quiso decir en algunas de sus epístolas: Romanos 1:24-27; 1Corintios 6:9 y 1Timoteo 1:10, con referencia a la “naturaleza humana” y las listas de pecados. Es momento de hablar con claridad de lo que pensamos y dejar de agitar fantasmas y condenas, sin responsabilizarnos de los fundamentos que tenemos para realizar estas afirmaciones.

Como cristiano fiel al llamado del Espíritu de Dios a anunciar las buenas nuevas de Jesucristo a toda personas humana; como pastor, que acompaña a personas diversas sexual y genéricamente y a sus familias, en la ciudad de Monterrey, creo conveniente debatir públicamente las interpretaciones bíblicas sobre estos textos, porque el pueblo de Dios se merece escuchar las diversas interpretaciones para encontrarse con la Palabra liberadora de Dios en sus vidas.

Como cristianos debemos leer las escrituras desde el horizonte de sentido que promueve Jesucristo, con sus lentes, con su amor y su mirada compasiva ante la realidad humana. Los Evangelios fueron escritos –como bien usted lo sabe- algunos años después en que se escribieron las epístolas paulinas; sus autores rescatan del anuncio verbal de los apóstoles, los elementos fundamentales y más importantes de la vida y mensaje de Jesús y lo escriben como testimonio y testamento de nuestra fe; testimonio y testamento que conservamos en el canon hasta el día de hoy. Cuentan la vida de un Jesús que vivió en medio de un pueblo dominado por el imperio romano y su cultura. Por tanto Jesucristo vivió en tiempos en que las prácticas homoeróticas greco-romanas eran comunes, supo de ellas, pudo condenarlas de haberlas considerado tan importantes, como lo expresan hoy algunos líderes religiosos cristianos. Si realmente hubiera sido de consideración para él esas prácticas, hubiera expresado algo en su mensaje como lo hizo con los maestros de la ley, sacerdotes, fariseos y escribas que haciendo uso de su poder excluían a los pobres y a tantos otros del reinado de Dios; permítame citar una vez más a Mateo 23:13 “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no le dejáis entrar” (BJ).

Pero… ¡OH! sorpresa, no existe ni una sola mención, en los 4 evangelios, que haga referencia de manera negativa sobre la “homosexualidad”, en palabras de Jesucristo. Y más aún, los evangelistas Mateo (8:5-13) y Lucas (7:1-10) cuentan el encuentro de un centurión romano que pide sanación para su siervo, y Jesús se lo concede con sólo decir una palabra, resaltando la fe del extranjero. Una lectura crítica y en contexto (lingüístico, semántico, histórico, sociológico, antropológico…) de este pasaje nos revela que el vínculo entre el centurión y su siervo, prefiguran el típico vinculo homoerótico de su tiempo. Y desde esta perspectiva descubrimos que Jesús no sólo no condena la homosexualidad, sino que a su vez bendice, reconoce y resalta la fe de una persona “homosexual” de su tiempo (Lc.7:9).

Afirmar que personas homosexuales, bisexuales, transgéneros y transexuales están excluidas del Reino de los Cielos, como lo sostiene el cardenal Lozano Barragán en sus lamentables declaraciones, es negar el espíritu redentor de Jesucristo y la misión que a sus seguidores el encomienda (Mt. 28:19-20).

En virtud de lo anterior, y dada la imposibilidad de contar con al presencia del cardenal Lozano en esta ciudad por la cuestión de residencia del mismo, para aclarar públicamente sus afirmaciones, y dado que usted representa a la iglesia católica en esta ciudad, a la que el cardenal Lozano esta adscrito, necesitando exclarecer las posiciones bíblicas respecto a la homosexualidad, lo convoco a que debatamos el punto central de este conflicto: ¿Condena verdaderamente la Biblia a la Homosexualidad? Y así poder confrontar nuestras argumentaciones para el bien de la fe y de las personas, como nos lo exigen nuestras envestiduras clericales dentro de la Iglesia Cristiana Universal.

Atentamente,

Rev. Fernando Frontan Quevedo
Pastor de Casa de Luz ICM
Iglesias Comunitarias Metropolitanas de México AR
Teléfonos de Contacto:
8340 3789 * 811 596 3074
e-mail: revfernandofrontan@gmail.com

miércoles, 2 de diciembre de 2009

¡Mamás!





"El les contestó: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?
Y mirando a los que estaban sentados en torno a él, dijo:
Aquí están mi madre, mis hermanos. Porque todo el que hace
la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”

(Marcos 3:33-35)



Jesús está reunido con sus seguidores, al inicio de su misión; está compartiendo su mensaje, las buenas nuevas que trae de Dios para su pueblo. Y en esta etapa de su ministerio, el impacto era muy importante. No sólo anuncia esperanza y cambios, el mismo es el cambio y en cada palabra, en cada gesto lo enseña con singular pedagogía. Las viejas y gastadas estructuras ya no podían resistir lo nuevo de su evangelio. Era necesario poner ese vino nuevo, en nuevos odres. Nuevas estructuras para vidas nuevas.

En eso llegan su madre y sus hermanos, su familia de origen, su sangre, su tradición propia. Preguntan por él y sus seguidores inmediatamente se lo dejan saber: Ahí están tu madre y tus hermanos… Y he ahí su desconcertante respuesta: ¿mi madre y mis hermanos? ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?

La familia de Jesús es mucho más que la estructura que le da origen. Para Jesús la familia son los vínculos que se construyen… Y la pauta de esos vínculos son la voluntad de Dios: Dios es familia y familia son los vínculos. Jesús trasciende el determinismo biológico y social de la familia y lo extiende mucho más allá de sus límites. Lo lleva al seno mismo del amor, lo alcanza al prójimo, al semejante. Jesús universaliza la familia al punto que desestima la estructura institucional y revaloriza las relaciones que se crean y la ética de las mismas. La familia de Jesús es aquella que se funda en el amor y el fluir del mismo como don de Dios que libera, acerca, une a las personas.

Por eso una vez más reafirmamos, con Jesús, nuestra vocación de amar y crear vínculos de solidaridad, de respeto, de dignidad, de justicia, vínculos que nos encuentren y nos unan en el propósito de vivir según la voluntad de Dios. Somos familia en el amor!!! Y nada más importa.

El pasado domingo celebramos la bendición para todas las familias, y en ese servicio bautizamos a Sophia Elizabeth. Sophia, de apenas 3 años, con su vestido blanco, recorría de un extremo a otro el santuario con su pandero en mano, animándonos a cantar. Para ella era una fiesta, su fiesta. Y paradójicamente para nosotros también. En la celebración de su bautismo, todos renovábamos el nuestro, renaciendo con ella a una vida nueva: la vida en el espíritu de Dios que nos hace familia, esa familia de amor que sentíamos unirse a cada momento de la liturgia.

Sophia en su inocencia, como Jesús, nos enseña acerca de la familia. Hace días atrás sus mamás Denisse y Karla me contaban esta historia sobre su niña… Las tres habían ido a una tienda, para realizar unas compras. Sophia, se entretuvo buscando cosas para ella, tomo algo… entonces se le acercó el vendedor de la tienda y le preguntó: ¿y tu mamá? Entre tanto, Karla estaba cerca y Denisse un poco más allá. Sophia tomó la mano de Karla, y mirando fijamente al vendedor le dijo en su valvuseo inocente: “Mamá Karla”. Luego tomó la mano de Denisse y dijo: “mamá Denisse”. Pero no conformándose con ello, Sophia unió las manos de Karla y Denisse, y sin dejar de mirar fijamente al vendedor, exclamó: “¡Mamás!”

¿Qué habrá entendido el vendedor de esa revelación? Vaya uno a saber. Pero para Sophia Elizabeth, el concepto “mamás”, incluye a sus dos mamá: Karla y Denisse. Ella sabe, perfectamente cual es su vínculo, como es ese vínculo y en que se basa. Ella sabe quien la protege, quien la alimenta, quien le cuenta cuentos antes de dormir, quien la regaña, quien la acaricia, quien le cambia los pañales… Ella sabe quien la ama. Sabe quien hace la voluntad de Dios para su vida…

Cuando escuché esta historia, me estremecí profundamente, y sentí que debía renovarme en mis ideas, en mis estructuras para comprender hasta donde nos puede llevar el amor. Sophia, como Jesús, me sacó de las viejas categorías de análisis de la familia, una vez más me llené de preguntas acerca de lo que un niño, una niña necesita de los adultos, para crecer. Una vez más comprendí que los niños son más frescos y permeables al amor de lo que somos los “grandes”.

Ojalá, este mundo tan lleno de sí mismo, pudiera dejarse transformar por el amor, así como los niños. Ojalá todas las familias puedan tener una Sophia que les enseñe las cosas simples de la familia, así como ella, con su pandero iba despertando sobre nosotras y nosotros la alegría y la frescura de renovarnos en el Espíritu liberador de Dios.

Dios bendigas nuestras familias, todas las familias: las tradicionales, las diversas, pequeñas y las extensivas… y nos conceda su Espíritu de amor para vivir plenamente su liberación.