jueves, 17 de diciembre de 2009

Dichosa tu?



"Por aquellos días María se fue de prisa a un pueblo
de la región de la montaña de Judea, y entró en la casa de Zacarías
y saludó a Isabel. Cuando Isabel escuchó el saludo de María,
la criatura se le estremeció en el vientre y ella quedó llena del Espíritu Santo.
Entonces con voz muy fuerte, dijo: -‘Dios te ha bendecido
más que a todas las mujeres y ha bendecido a tu hijo!
¿Quién soy yo, para que venga a visitarme la madre de mi Señor?...
Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse
las cosas que el Señor te ha dicho’…”
(Lucas 1:39-43,45)



Ayer era un día frío y lluvioso, en la ciudad de Monterrey. Camino al Albergue del Cristo Roto, pensaba: “con este tiempo no va a venir nadie…” ¿Quién soy yo para qué me visiten los que dicen sí a Dios?... Como una ráfaga de viento arrebatador, aquél pensamiento desapareció de mi mente. Llegamos y efectivamente todo daba a pensar que mi presumida idea se confirmaría, nadie estaba esperando. Entré y Víctor me dijo con entusiasmada firmeza, mientras terminada de realizar una candelaria: “Pastor esto no se suspende”. Y así fue, desenfundé mi guitarra y salí a la banqueta, comencé a cantar. No faltó mucho para que me viera rodeado de niños, ávidos y sonrientes que se unían a las canciones.

Al rato comenzó la peregrinación por las calles de la colonia Fomerrey 112, precedida por las imágenes de María y José, seguida de los niños y sus mamás cantando los viejos villancicos con renovado entusiasmo. Poco a poco se nos iban sumando más y más. Llegamos a la primer familia para pedir posada: “En el nombre del cielo os pido posada…” allí no nos recibieron, y tampoco en la segunda casa, como indica la tradición. Pero OH! sorpresa, la gente se nos seguía sumando, hasta que llegamos al hogar que sí dio posada a María a José y a todos los peregrinos… Allí se dejaron las imágenes, los niños expresaron deseos de paz y bien, salud, alegría para los dueños de casa, cantaron sus canciones y los anfitriones repartieron bolsitas de dulces. Así concluyó el primer día de posadas con 50 niños, sus madres y algunos vecinos.

Siempre me he preguntado por qué Dios elige morar en el corazón de los más sencillos, de los pobres, de los olvidados. Tal vez, porque tienen poco que perder, o defender; quizá porque se dan permiso para jugar y trascender el frío, la soledad, el aburrimiento, la angustia y la desesperación que provocan los deseos egoístas. No sé, Dios sigue pidiendo posada y quienes se animan a decir “sí”, pues reciben la paz y la alegría más profundas.

Algo parecido les pasó a María y a su prima Isabel. María una muchacha joven, madre soltera, comprometida con un carpintero. Embarazada y sin casarse no era bien visto en Israel, bien que se le podía acusar de adulterio y esto tenía una consecuencia dramática: muerte por lapidación. Pero parece que en el relato de Lucas esto no es lo que más pesa para tomar la decisión de aceptar el proyecto de ser madre. Por el otro lado, una mujer anciana y estéril que queda embarazada. ¿Ay que tener mucha fe para aceptar ser madre en el ocaso de la vida?

Definitivamente las cosas de la fe, no responden a las categorías racionales que juzgan lo correcto. La fe toca el corazón, el centro mismo de las emociones y los afectos y despierta sueños en nosotros. Hay que tener un espíritu de niños para animarse a creer, de lo contrario todo puede quedar a las puertas de una llamada, una linda idea, un deseo frustrado.

Lucas en este relato maneja un lenguaje en el que los cuerpos, las sensaciones, las vivencias de estas mujeres no quedan fuera, tampoco lo profundo de las emociones, ni el lenguaje simbólico de los afectos…María siente el impulso de ir a visitar a prima, nada indica que lo tenga que hacer más quela prisa que un gran acontecimiento despierta en los que lo viven, ese impulso a compartir, a celebrar, a comunicar. Ambas mujeres vibran y expresan con sus cuerpos lo que están viviendo en su experiencia. Tan sólo escuchar la voz de María hace saltar, estremecer al niño en el vientre de Isabel y el estado emocional que esto le provoca se traduce en palabras de bendición y gozo: “Bendita tú y el hijo que traes en el vientre”... “Dichosa por haber creído”

Muchas veces nuestra limitada lógica nos detiene para recibir la alegría y el gozo que provienen de Dios. Anteponemos las preocupaciones, los problemas, las necesidades, lo que nos falta a la mirada que trasciende la realidad y las adversidades. Y cada vez que actuamos así el miedo y la inseguridad cierran la puerta, no abren al peregrino, al semejante, al amor… y éstos siguen su paso pidiendo lugar donde morar por una noche. Dios golpea a nuestra puerta y si le abrimos entra y celebra con nosotros la vida.

El Adviento es precisamente un tiempo para encontrarnos con las contradicciones de nuestras opciones y creencias, un tiempo para silenciar, para abrir la puerta, para sentir en las entrañas lo nuevo que esta naciendo en nuestras vidas. Un tiempo para dejarnos alegrar y para salir a jugar, a cantar, a compartir con otros esa buena nueva que trasciende la pálida de este mundo corrupto. Un tiempo para liberarnos del ansioso ruido que provoca en nosotros la sociedad del consumo. Un tiempo para dejar las expectativas del deseo para dar paso a la inspiración de los sueños mayores.

¿Por qué no creer en la paz, en la unidad familiar, en el encuentro fraterno y en la solidaridad humana? ¿Por qué no dejarnos mover por el impulso espontáneo que nos lleva a expresar los sentimientos más hermosos que se inspiran en nosotros? ¿Por qué decir no, cuando podemos decir, sí?

Quizá tan sólo debamos reconocer, junto a Isabel: Dichosa tú por haber creído. Dichosos Víctor por su perseverancia, dichosas las niñas y los niños que trascienden el frío y la lluvia de la vergüenza y el temor al ridículo. Dichoso tú que crees en el compartir y apartas algo de lo que tienes para alegrar a los que les falta. Dichosa tú que decides ayudar a quejarte de lo mal que te va en la vida.

¡Tú! tienes la oportunidad de cambiar algo en ti, si dejas que ese vientre de tus emociones, tus sueños, los afectos se expresen puedes dar a luz paz, bien, alegría, esperanza, solidaridad a este mundo. ¿Aceptas ser dichosa, dichoso?

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